María no puede más, la pierna duele.
Piensa; son mis últimos pasos. Cerros de basura lastiman el cielo.
Cambia el entorno. Paisaje insólito. Todos se acostumbraron ya.
Correr hacia el tercer camión…
: imposible,
sólo sus compañeros y algunos perros cojos bajo la descarga.
Aroma dulzón y podrido.
El basural titila, astro de medio día, brillo de plástico,
latas, bolsas de polietileno,
cadáveres.
María sentada a los pies de uno de los cerros. Manos vacías:
desde hace años es parte del horizonte.
Levanta su pantalón raído, ve su herida como boca que grita…
; en la quietud, las pequeñas se mueven dentro de la niña maría,
a veces duermen como si no quisieran molestar más
su pierna purulenta
Doña Juana se compadece. Y la lleva a la clínica.
La sala de curaciones es estrecha…
: apenas cabe médico y pepenadora.
María nunca había visto un piso tan blanco.
Él médico mira la pantorrilla infectada.
Mejillas húmedas, mortificación,
dolor.
Una enfermera de alcohol sana la herida.
Tenemos que sacarlas, Dice el doctor.
María dice: ¡no!
La niña hace un berrinche descomunal.
Extraen una por una. Ella dice: cada una tiene su nombre.
Nadie escucha.
Le gusta el movimiento de las diminutas dentro de su pierna.
El médico saca la primera lombriz,
se ensortija entre las pinzas del doctor, igual que las demás.
María, huye de la clínica.
En la mano: un frasco. (Universos de lombrices en un frasco)
Las pequeñas se mueven en su transparencia,
igual a fetos diminutos.
Ella siente un vacío que duele como el abandono.
Se pregunta: ¿cómo pepenaré con una sola mano
si tengo que cuidar el frasco con la otra?
María, es otra lombriz en la basura.
1 comentario:
La locura de la pobreza y la soledad. Descarnadamente planteada por la relación de una pepenadora con sus propio parásitos. Horror y
profundo humanismo, por que no había leído a nadie que escribiera así. Para los más olvidados. ¡Muy original!
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